miércoles, 24 de septiembre de 2014

Ricardo, mi lector y amigo

No es fácil tener la mente clara e inspirada para comenzar a escribir, después de un día de ajetreo como la maquina del movimiento continuo, ese tan fácil de llevar en algunas ocasiones, y tan difícil de conseguir en la mayoría de ellas; pero bueno, aquí estoy.
Dije de escribir hoy sobre mis suegras, si, en plural, pero me asaltan tal cantidad de pensamientos, unos puros y otros menos, que deberé postergarlo a otro día, cuando con mas calma y mejor orden en ellos, pueda exponerlos de manera simpática, poco mordaz y si es posible, que lo veo difícil, cariñosa, aunque alguna se libra de ello.

Rondaban los años ochenta, cuando con mis pocos veintipico años y mi titulo de licenciado refulgente, pasaba consulta en un garito mejor no mencionar, y dada mi capacidad de comunicación en lengua extranjera (de las que ahora hay muchas dentro del mismo territorio) el azar me puso delante una paciente británica a la que le debí caer bien, u otras cosas diferentes, que empezó a cartearme en su lengua y yo a responder amable e inconscientemente, cuando me vi envuelto en un tira y afloja sobre ir a visitarla a su tierra natal o que ella volviera a este rincón perdido de nuestra piel de toro. Y pasó lo último, se presentó, previo aviso, a visitarme de nuevo, y en esta ocasión sin dolencias de tipo clínico, sino mas bien de carácter cardiológico, pero de ese corazón que se rompe con discusiones, se ensalza con carantoñas y se alimenta con miradas.
El tira y afloja duro poco, pues mi contestación a su propuesta de viaje a las Islas Británicas fue conciso, concluyente y ahuyentador, después de lo cual, no volví a saber de ella, que por cierto casi me doblaba en edad. No se si tenia madre, me supongo que si, como todo el mundo, y ella podría haber sido mi primera suegra.
Bueno miento, mi memoria me corrige, pues realmente la que pudo ser mi primera suegra, madre de una hija poco mayor que yo, xhsssshhhxxx fufffffff!!!!!!!
Acabo de liarla parda. Lo siento. Se me han amontonado de tal manera las suegras reclamando su lugar en mi memoria y en La Ribera, que si tuviera que hablar de ellas, le quitaban la titularidad de El Quijote al mismísimo Cervantes.

Suelo oír música muy a menudo, tanto que el resto de los medios de comunicación se empequeñecen de forma que prácticamente no tienen relevancia en mi devenir cotidiano, donde, efectivamente, la música tiene una presencia inexcusable, y es que fue muy temprano, allá por los años setenta y poco cuando comencé a escuchar "esas músicas raras" que a muchos de mis coetáneos sonaba a verdadero jeroglífico. Y es que por suerte o por desgracia caló tan honda que aún no he sido capaz de cambiar de género, aunque, eso si, he añadido alguno mas, probablemente como evolución típica y racional, en la medida que pueda entenderse, del mismísimo evolucionar en el pensamiento.
La conocida como "la música clásica del siglo veinte" el jazz, ha ocupado en los últimos treinta y ocho años, buena parte de mi tiempo, o mejor dicho, de mi segundo tiempo, pues aunque mi reloj solo marque doce horas, es posible que la multitarea de nuestro encéfalo sea capaz de multiplicar, no solo por dos, que seria lo lógico, sino por tres, o cuatro o mas veces el tiempo que aprovechamos mientras escribimos, conducimos, leemos o cualquier otra disciplina cotidiana que desarrollamos, junto con el escuchar música, atender una conversación o incluso varias cosas a la vez, quedando así patente que la dichosa multitarea no es invento de ningún americano avezado en lenguaje binario, sino mas antiguo que la caraba. Y si no, quien no es capaz de silbar mientras camina, mantener una conversación con su acompañante mientras conduce y oye música de fondo; o cocina, habla por teléfono, baja el fuego, mueve el refrito, oye música y esta atento al pitido del microondas para que no se pase la cebolla, eh?. Pues eso, me río yo del invento del "pero mordío" o de las "ventanas" binario-digitales.....

Y es que me supongo que a todos nos debe pasar mas o menos igual, y ¿a quien no le ha pasado que ha reproducido alguna de esas obras maestras como la que yo oigo de fondo en este momento, en este caso de mas de una hora y media de duración, que te sobrecoge y te hace entender en que consiste una angina de pecho desde que empieza la primera nota hasta el último acorde; que no te permite dejar de prestarle atención, y que aunque hayan pasado años y años desde la primera vez que la oíste y la primera vez que te sobrecogió hasta esta misma ocasión, vuelve a encogérseme el corazón hasta tal punto que te hace perder el sueño hasta el final?
Pues eso señoras y señores, es una obra maestra.
Yo personalmente se la recomendaría a todas y todos los que por alguna razón, están leyendo estas lineas. Y si no, prueben, prueben. Sintonicen y reproduzcan TOSCA de Puccini, una, dos, setenta veces, hasta que prácticamente sean capaces de aprenderse la obra completa, y yo les aseguro, que se les acaban estrangulando las coronarias, hasta la ultima coda.

Pues así las cosas, querido amigo Ricardo, dejo por hoy La Ribera, acariciada por esa "no agua" con la que nos deleita nuestro entrañable Andaráx.
Mientras tanto, intentaré poner orden en ese desconcierto mental provocado por los gritos, peleas y tirones de pelos cuyas autoras, mis suegras, han sido responsables de ello. Que lo veo difícil.
...Y prometo hablar de ellas en mi próxima entrada; o de cualquier otra cosa.

1 comentario:

  1. Seguramente Plácido Domingo no habrá cantado TOSCA tantas veces como yo he leído esta crónica. Me siento afortunado al gozar de tu amistad, Isidoro. Por mi parte y con tu permiso, invierto el orden de tu titular: 'Ricardo, tu amigo y lector'.
    Verás, las letras de tu escrito, una a una, han obstruido mis arterias emocionales al punto de provocar un angor inestable cuyo remedio es un gota a gota de café aromático como excipiente de tranquilas conversaciones acerca de lo divino y humano, y hasta de lo materialmente tridimensional. Hemos de hacer juntos fotos a la vida, y a las suegras también, pobrecitas mías. Ahondar en esos libros tan humanos, tan vividos, aún conservan las marcas evocadoras de tantas y tantas vivencias, con la música de fondo que tu elijas: Berlioz, Malher, Mozart..., incluso la guitarra de Stanley Jordan. Gracias por estar ahí, por ser como eres, y por aceptarme como amigo incondicional. Un abrazo legítimo.

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