Es difícil, tras mucho analizar, pensar que sería de un país cualquiera sin una política que lo sustente. El grave problema es ¿qué política? y ¿cómo?.
Ineludible e inexcusablemente existe la necesidad de una política que medie en el devenir de un país, pues por mucho que uno analice y quisiera, es imposible concebir la existencia de un país sin ella.
Como nos pilla cerca, podemos empezar con nuestra amada piel de toro.
Sería deseable por ejemplo, que las cifras de paro no fueran las que son, que están empezando a crear verdaderos problemas socioeconómicos de índole grave si no severos; que el ladrillo como fuente de ingresos fácil para muchos poco formados, haya dejado de serlo con toda la repercusión que tiene sobre el resto de la sociedad, que cuando uno va a comprar algo donde intervenga la arcilla (aunque sea un botijo) lo miren con mala cara, con desprecio y te planten el consabido “eso es lo que hay, si lo quieres lo tomas y si no lo dejas”.
Políticas territoriales como solución al acercamiento a la sociedad de las determinaciones de ámbito general. Antiguamente las órdenes venían de Madrid y se difundían a toda la piel, ahora vienen de la cabecera autonómica tamizadas con el acento o dialecto correspondiente.
Economías descentralizadas de manera que la responsabilidad de las inversiones sea local y no vengan predeterminadas. De esta manera podremos gastar más y en cosas mucho menos provechosas.
Legislación diaria de tres renglones y medio como solución inmediata a pequeños problemas solucionables en la interpretación de la generalidad. Legislación para dar cabida al “todo cabe” como medida de defensa de pensamientos privados unificados que se priman en detrimento del bien general, desgraciadamente mal entendido.
Cronificación de una administración que se creía simplificada en pos de una interminable burocracia infinita. Superespecialización administrativa que pierde el sentido general de la misma y llega a la autoagresión en forma de conflictos de intereses comunes creados por la propia administración.
En fin, así mil y uno avatares (que ahora está tan de moda con el flim), políticas centrales de gobiernos descentralizados, con fines socioeconómicos oscuros y enrevesados, con administraciones `poco accesibles y un panorama político difícil de comprender, pero necesario e imprescindible a la postre, sea del signo que sea, con representantes incapaces de desempeñar incluso el oficio de chaperos, pero nos guste o no, política al fin y al cabo, de uno u otro signo político, donde únicamente sería aceptable la alternancia predeterminada como única posibilidad de mejora constante y garantía de desligamiento de los políticos como personas a su puesto de mandato.
Evidentemente son pensamientos personales que no espero que compartáis por el mero hecho de haberlos escrito y de que vosotr@s lo hayais leído, pero por lo menos hemos pasado un buen rato leyendo lo que existe dentro de algún pensamiento no propio.
Salu2.
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