Es llamativo que alguien varón escriba sobre sus “suegras”;
sí, sí, en plural; cuando en la vasta literatura se reiteran una y otra vez,
las tradicionales venganzas de palabra, obra y omisión sobre semejante
personaje, deslucido por el boca a boca de las comadres de turno.
Pero eso será otro día, el que someta a análisis, metanálisis,
estudio a doble ciego y otras lisonjas estadísticas el tema del encabezamiento
y el porqué de ponerlo en plural, que a la sazón, no es mentira.
Y es que, durante el normal desarrollo de mi profesión,
tengo oportunidad de entablar conversación con los que se sientan al otro lado
de la mesa, que a la postre y por desgracia, no es la mayoría de las veces.
Pero sí que es más cierto, que de vez en cuando, muy de vez en cuando,
encuentro a alguien que merece la pena parar el reloj por él, hacer cola en la
puerta y dedicarle no sólo un instante, escuchando que no oyendo, aquello que
de verdad entusiasma, y no son signos y síntomas, detalles y posturas que llenarían
la mismísima historia clínica de un catedrático. Son su forma de expresarse, su
léxico, su entonación y su capacidad de entender y valorar con rasgos de maestro
aquello que expresan mis labios sin el tamiz del diagnostico certero o interpretación
de los signos que me acucian.
Ya en muchas ocasiones me ha dicho mi propia esposa, si, la
hija de mi suegra, que porqué no escribo más a menudo, que es divertido, bonito
y alguna que otra floritura más que no recuerdo en este momento, pero que no
dejan de ser halagos sinceros.
Y es que cuando empecé a hablar contigo, escudriñé algo más
que un simple me duele, y puede que, desgraciadamente, hubiera sido por mi experiencia
en sonsacar en pocos minutos, que le duele, desde cuando, donde y demás prototipos
de información, que una y otra vez repito a lo largo del día.
No recuerdo exactamente el tema de conversación, pero aunque
corto, fue intenso, extenso, profundo y docto.
Gracias Ricardo, de nuevo, por conseguir sentarme delante del teclado y plasmar en tinta digital aquello que se me pasa
por la cabeza, que no es poco, y a veces me da pereza por pensar que a nadie, o
solo a mi esposa, le llama la atención o le entusiasma leerlo.
Puede ser buena razón el que al menos dos personas, sientan algún
placer con lo que escribo, que no es otra cosa sino lo que pienso.
A la próxima entrada le cambiaré el titulo a: Ricardo, mi
lector y amigo. Por supuesto con tu permiso y en el que haré referencia a
cualquier otra cosa que no sea el título.
….Hablaré de las suegras, seguro.